La mala memoria - download pdf or read online

By Heberto Padilla

En 1959 triunfaba l. a. revoluciГіn cubana, Fulgencio Batista, se exiliaba de l. a. Isla antillana y Fidel Castro ejercГ­a un poder omnГ­modo en Cuba. Heberto Padilla, fue uno de los jГіvenes que acudieron desde el external del paГ­s para prestar su apoyo y colaboraciГіn al nuevo rГ©gimen, soГ±ando con un Estado humano, democrГЎtico y con un brillante futuro, por costoso que resultase conseguirlo. A partir de ese momento, Padilla, poeta, intelectual comprometido, conocerГ­a las vicisitudes propias de todo hombre de pensamiento en un proceso en que los angeles acciГіn y l. a. 'razГіn de Estado' delimitan los angeles frontera de las libertades. En Cuba, en plena 'Dictadura del Proletariado', y con las mismas caracterГ­sticas en cuanto a mГ©todos e intransigencias que las de l. a. URSS durante el estalinismo. Padilla, fue el primero que pasГі por el calvario de acusaciones, torturas y marginaciГіn con que el rГ©gimen castrista castiga a los desafectos. Este libro es, en definitiva, un vivo reflejo de l. a. Historia de ese apasionante paГ­s que es Cuba. AsГ­ como, una profunda reflexiГіn acerca del desarrollo de una revoluciГіn de permanentes resonancias, sobre todo en AmГ©rica Latina.

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Yo quería comprenderlos, sacar de sus experiencias nociones que me sirvieran para definir aquella entidad huidiza, inexplicable y múltiple que era la realidad cubana, una mezcla de historia y geografía desaforadas que no podía descifrar ni reflejar en mis trabajos. Me ocurría como a nuestros pintores con el paisaje tropical, se les hacía un agolpamiento de luz en la retina, se les tomaba negrura o esplendor sin matices. —A mí el escritor que más me gusta es Romain Rolland —dijo de pronto Castro.

Tú puedes leer todavía el Juan Cristóbal? —Tal vez sí; pero ahora estoy leyendo otras cosas. Me gusta Kaputt y la Técnica del golpe de estado de Malaparte. Mario Rivadulla asintió con vehemencia. Malaparte era el que más le gustaba. Más que Rolland. Entonces Fidel habló de Dostoievski y lo hizo con un conocimiento de su obra que me sorprendió. Sin embargo, ¿cómo podía admirar del mismo modo a un simple filántropo que a un buceador de los conflictos más hondos de la naturaleza humana? ¿Qué vasos comunicantes establecía este joven político entre Rolland y Dostoievski?

Tuve la suerte de que Rest simpatizara con el libro, pero no creo que participase de mi admiración por aquel poderío verbal que alzaba ante mis ojos retazos de mar y de la tierra centelleante de Argelia, del que surgían reflexiones sobre la vida, el amor y la muerte y, desde luego, sobre la historia. Aquella lucidez atemperada por su culto camal a la Naturaleza eran mi única patria. Me sentía como el feroz portaestandarte de un elitismo que sólo admitía mis exclusivas afinidades. Mis héroes debían saber por qué amaban u odiaban o se exaltaban y se escarnecían.

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La mala memoria by Heberto Padilla


by Richard
4.0

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